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sábado, 16 de enero de 2010

Las Noches después de año Nuevo!

Este año nuevo, fue distinto, no fue la juerga de año nuevo, ni mucho menos una cena intima, me sentía renovado y que las cosas tenían que seguir siendo así.
Luego de estar en aquel campamento, salí del letargo en el cual me encontraba y decidí salir al sur, bajé hasta Asia. Me encontré con muchos amigos y amigas, las faldas y los shorts son cada año más pequeños. Las Chicas más bronceadas y más alocadas. Fuimos a una discoteca, bailamos, tomamos y me divertí. Con cierta apatía veía el vaivén de las chicas, el contornear de sus cuerpos sudados y mesclados con el olor a cigarro, alcohol y perfume. Brillosos labios carnosos, desfilaban frente a mí. Parpados sombreados, mejillas llenas de rubor y olor a loción rehidratante… mezcla interesante de olores, colores y sombras provocadas por los distintos tipos de peinado y cabelleras de las chicas.
Las cosas no eran lo mismo, este año tenía que ser todo distinto… ver los cuerpos bronceados caminando a mi alrededor, lógicamente hacían que las “hormonas” se alboroten… me mojé la cabeza con agua fría y luego de muchos intentos logré enfocarme en la conversación que llevábamos con mis amigos.
Pasaron varios tragos por mi mano, varios cigarros y la noche fue cómplice con un leve rocío de una fiesta desenfrenada, había salido a contestar una llamada, me encontraba en pleno boulevard, los tragos ya surtían efecto. Vi una rubia impresionante acercarse a mí, me preguntó si tenía fuego. Un tanto lanza solo atiné a decirle: “por ti hago fuego con dos piedritas”. Me miró y se sonrió. Prendió su cigarro y conversamos. Me dijo que se llamaba Marianna, tenía 24 años, se dedicaba a estudiar en la misma universidad que yo y estaba por terminar la carrera de administración hotelera. Me preguntó que hacía solo y le comenté que estaba con unos amigos pero que había salido a contestar una llamada. Me dijo que había perdido a sus amigas y si le podía prestar mi “cel” para timbrar a sus amigas y de esta forma reunirse con ellas. Accedí, ella hizo unas llamadas y al final agarro y me puso su número en mi directorio. Me dio un beso coqueto en la mejilla y se alejó.
Horas más tarde me llamó a mi “cel”, me dijo que estaba en una casa con sus amigas y que quería que vaya; ni tonto ni perezoso fui. Llegué con mi amigo Héctor a la casa que nos avisaron, entramos, vi a Marianna y me acerqué a ella, me invitó una cerveza y conversamos. Me dijo que quería caminar por la playa así que nos dirigimos a la orilla de mar.
Conversamos un poco de lo que hacía, me comentó que trabajaba en una firma hotelera, que tenía muchos proyectos, aparentemente no es “hueca” y podemos tener una conversación ágil y sincera. Nos sentamos en la arena, tomamos unas cervezas más y me dijo que se iba a descanzar.
Al día siguiente, nos volvimos a ver, almorzamos y quedamos para salir en Lima a cenar o ver una “pela”.
Moraleja: Unas van otras vienen…

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